Ciertos vinos son atemporales, remueven lo efímero de la tecnología, la moda, la ideología y el marketing, y llegan directamente al estómago. Estas experiencias son preciosas y cada vez más raras, este es el caso de Pācina. 

Los vinos de Giovanna y Stefano no están atados a un tradicionalismo rígido, ni están a la deriva en una experimentación nebulosa. Se sienten como un hecho natural, como si no pudieran ser de otra manera. Sus vinos son un compromiso con la tierra, la tradición y la metodología. Giovanna y Stefano realizan su visión, aparentemente, sin esfuerzo.

El bisabuelo de Giovanna compró la propiedad hace más de un siglo, y ella y Stefano han dirigido las operaciones durante 30 años, adaptando y perfeccionando una sostenibilidad rigurosamente holística.

Situada en el límite de Castelnuovo Berardenga, en la zona del Chianti Classico y de los Colli Senesi, la propiedad tiene sus orígenes en el siglo X, cuando era un monasterio dedicado a la viticultura y la agricultura. 

El nombre en sí mismo hace referencia a una cultura aún más antigua: los etruscos, esa misteriosa civilización que unió la Edad del Hierro y la Era Romana, y que cubrió una vasta franja del centro de Italia en su cúspide de influencia. Pachna era el dios etrusco del vino, los romanos que los siguieron cambiaron su nombre y lo llamaron Baco.

Pācina y sus colinas onduladas no están marcadas por signos de la vida moderna. Solo 11 de las 65 hectáreas de la finca están plantadas con viñedos; el resto son olivos, cultivos diversos como garbanzo y espelta; campos baldíos y bosques. 

Las vides se cuidan sin ninguna interferencia química, y Giovanna y Stefano utilizan exclusivamente selección masal para las nuevas plantaciones, es decir, viña por viña en lugar de grandes hileras. Por supuesto, hay mucho Sangiovese; también hay Ciliegiolo, Canaiolo, Trebbiano, Malvasia di Chianti y un toque de Syrah. La vegetación florece libremente en toda la propiedad.

Giovanna y Stefano permiten que sus fermentaciones se desarrollen de forma natural y a su propio ritmo, sin estabilización de la temperatura. El azufre, la única adición potencial a los vinos, se administra según sea necesario y, a menudo, no se administra en absoluto. El embotellado se lleva a cabo de acuerdo con la evolución de cada vino individual y no según las presiones urgentes del mercado. 

Al degustar los vinos de Pācina, uno se pregunta por qué la Toscana se contagió del virus moderno. No es exagerado afirmar que Pācina encarna mucho de lo que es significativo, bello y eterno en el mundo del vino. “Somos administradores de la tierra, por ahora. Luego, la pasaremos a las generaciones futuras. Realmente no nos pertenece. Le pertenecemos”.